Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Con mucha tristeza nos enteramos de un nuevo tiroteo, de otra masacre, esta vez en El Paso, Texas y en Dayton, Ohio. Fueron ellas víctimas inocentes de personas que se creyeron capaces de destruir y de matar por odio, racismo, venganza, supremacía, o vaya uno a saber por qué más. Fueron vidas inocentes las de todos aquellos que fueron asesinados por el odio – que es la ausencia completa de Amor y la herramienta de destrucción. ¡Que tristeza!
Es en este nuestro país en el que decimos: “En Dios confiamos – In God We Trust,” pero a este Dios poco a poco lo hemos ido sacando de la vida pública, relegándolo a las sacristías de las iglesias. Es un Dios al cual se lo ha silenciado y con él a la ley del Amor.
La carencia de Dios en la sociedad crea un vacío de Amor y trae como consecuencia lo opuesto al Amor – la violencia. La violencia a la cual poco a poco nos hemos ido acostumbrado, puesto que, dolorosamente, estos actos violentos causan conmoción en un primer momento, y después, con el paso de los días, quedan como una estadística más, y luego todos volvemos a lo de siempre. Tristemente se convierten estos hechos en Reality Shows, con mucha audiencia, pero con el pasar del tiempo ya no serán más una noticia que interese.
Víctimas de la violencia son los que murieron y quedaron heridos, por los cuales todos lloran. Lamentablemente ellos después también se convierten en víctimas de la indiferencia porque nada cambia. Lo más triste es que no hay en los gobernantes voluntad de cambio. ¿Por qué? Porque vivimos en una sociedad donde Dios es y ha sido silenciado; donde el Amor ha sido silenciado y sin Amor se pierden el deseo de hacer el bien, el respeto al prójimo y el respeto a la vida.
Que estos tristes y dolorosos hechos que nos conmueven, donde tantas vidas se perdieron y familias se afectaron por la pérdida de un ser querido, nos hagan recapacitar a cada uno de nosotros para que descubramos que el cambio no solo se produce prohibiendo armas – cosa que es necesaria y justa – si no, trasformando nuestra sociedad desde dentro, dando prioridad a Dios y a su ley del Amor, para que así se pueda redescubrir la dignidad del ser humano y el valor de la vida.
El Amor de Dios es la mejor medicina para destruir el cáncer de la violencia que consume nuestra nación.
Unámonos en oración por todas aquellas víctimas inocentes que fueron asesinadas o heridas, y también por sus familias, para que en estos momentos de dolor el Señor con su Amor les dé consuelo y esperanza.
En Cristo,
† Luis Rafael Zarama, J.C.L.
Obispo de Raleigh